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IMÁGENES DE LO INVISIBLE

En 1939, un ingeniero ruso, Semyon Kirlian, estaba arreglando un aparato para electroterapia en un laboratorio de investigación de Krasnodar, en Ucrania. Por casualidad acercó demasiado la mano a un electrodo "vivo". El shock que recibió fue simultáneo a un brillante destello de luz procedente de un gran chispazo eléctrico.

Esto despertó su curiosidad, y Kirlian se preguntó qué sucedería si colocaba una lámina de papel sensible a la luz en la trayectoria del chispazo. Para completar el experimento que se le acababa de ocurrir, tuvo entonces la idea de colocar su propia mano detrás de una lámina de papel fotosensible, y exponerla al "chispazo": de esta manera, quizá, la mano quedaría "fotografiada".

Efectivamente, al revelar la película se le ofreció a Kirlian una imagen insólita: una serie de extrañas emanaciones parecidas a un aura o halo rodeaban los contornos de las puntas de los dedos. Inspeccionando más de cerca el negativo, Kirlian se dio cuenta que cada una de las emanaciones presentaba un modelo de radiación diferente.

Fascinado por su "descubrimiento", Kirlian dispuso un laboratorio en su pequeño piso de dos habitaciones, y durante todo su tiempo libre se dedicó a investigar este fenómeno. Las investigaciones de Kirlian en el campo de la fotografía de alto voltaje durante los siguientes 40 años originaron intensos debates y especulaciones científicas, así como la pretensión, por parte de algunos, de que las extrañas imágenes captadas por Kirlian en la película eran la prueba de la existencia del llamado "cuerpo astral".

Durante siglos los místicos y los videntes aseguraron ser capaces de ver un brillante halo de luz que rodea el cuerpo físico de todos los organismos vivos. Creían que este "halo" era el "doble" espiritual de nuestro ser físico, pero independientemente del él y superviviente a la muerte del cuerpo.

En una ocasión, Kirlian estaba preparando su equipaje para realizar una demostración a un ilustre visitante. Precisamente aquel mismo día en que debía llegar la visita el equipo no producía resultados tan claros como de costumbre, cosa que ponía a Kirlian en un aprieto. Éste cogió su máquina, buscó cual era la avería y realizó unos cuantos ensayos más, obteniendo de nuevo resultados negativos. Muy frustrado, le pidió a su mujer, Valentina, que fuese el sujeto de la experiencia. Sorprendentemente para ambos, se produjo una imagen perfecta. Unas cuantas horas después Kirlian descubrió lo que él creía que era la causa de su imposibilidad de crear una imagen clara. Se le manifestó una gripe particularmente virulenta, y a Kirlian le pareció lógico suponer que su enfermedad era la causa de las imágenes poco claras. Según Kirlian, la fotografía había previsto de algún modo la inminencia de la enfermedad.

Otra posible utilización del método de Kirlian se manifestó con ocasión de la llegada del presidente de una importante institución de investigación científica. Éste trajo consigo dos hojas aparentemente idénticas para que los Kirlian las fotografiasen. Ambas habían sido arrancadas de un mismo tipo de planta en el mismo momento. De una de las hojas el matrimonio obtuvo la característica imagen del aura rodeando la misma. Sin embargo, de la otra no pudieron obtenerse imágenes claras. 

Los Kirlian ajustaron y regularon el equipo de todas las maneras posibles, obteniendo sin embargo los mismos resultados inconsistentes. A la mañana siguiente comunicaron al visitante la imposibilidad de obtener los mismos resultados con ambas hojas. Sorprendentemente éste se mostró encantado, comunicándoles que la hoja que presentaba una imagen más débil había sido arrancada de una planta que había contraído una seria enfermedad. En cambio, la otra hoja, que mostraba una imagen perfecta, había sido arrancada de una planta completamente sana.

El experimento parecía confirmar la hipótesis de Kirlian: su aparato era capaz de adivinar una enfermedad. La fotografía de alto voltaje había sido capaz de detectar una enfermedad antes de que apareciese a la superficie cualquier síntoma físico.